domingo, 21 de julio de 2013

Mirar hacia arriba


Ayer paseábamos con Andrés por el centro de Santiago y llegamos a la siguiente conclusión: si las personas que caminan a diario por esas calles levantaran la mirada tan solo un poquito, verían verdaderas maravillas.

Son muchos los que encuentran que el centro de la capital es un barrio deslucido, gris y absorbido por los intereses comerciales, que no tienen compasión a la hora de ocupar edificios antiguos con cadenas de comida rápida de dudosa reputación. Pero a todos ellos yo les digo: "¡Calma! Aún hay esperanza. Tan sólo hay que elevar un poco la mirada".

Y cuando hablo de elevar me refiero al sentido estricto y literal de la palabra: mirar hacia arriba. En las calles Huérfanos, Ahumada, Estado, Catedral, Agustinas, Moneda, por ejemplo, hay verdaderos prodigios de una arquitectura impecable y soberbia que se niega a desaparecer entre tanto mall y edificio de oficinas.

De esto hay muchos ejemplos, aunque lo que más me sorprende es la gran cantidad de construcciones fieles al estilo art déco de los años '30 (que ahora son notarías, edificios de reparticiones públicas o cines XXX). Allá arriba está lleno de detalles constructivos, de figuras geométricas, de espacios nobles y bien diseñados... y nosotros, acá abajo, los ignoramos día a día.

Así también podríamos admirar un considerable número de edificios palaciegos, cuyos balcones, celosías, lucarnas, escaleras, torreones, marquesinas... dan cuenta de una época de esplendor y de un gusto elegante y noble que obedecía más que nada a un respeto por lo estético y emocional.

Así que mi invitación es a darse una pausa y a contemplar el mundo sobre nuestras cabezas. Estoy convencido de que aún tenemos la oportunidad de deleitarnos con la grandeza de tiempos pasados que siguen estando aquí aunque a veces no nos demos cuenta.