viernes, 2 de mayo de 2014

Libros sin IVA: a esta idea le falta algo…

Al igual que una gran cantidad de chilenos, estoy de acuerdo con la eliminación del IVA a los libros; y si aquello no pudiera concretarse en el corto plazo, también apoyo la idea de pensar en un impuesto diferenciado, de tal modo que en Chile deje de ser tan caro comprar poesía, novelas…

Es una causa necesaria, pero creo que no eliminará la brecha entre los que tienen acceso a la ‘cultura’ y los que no. Es más, pienso que se trata de un anhelo elitista que beneficiará a quienes ya somos lectores asiduos, a los intelectuales opinantes; a quienes seguiríamos comprando libros. 

Ahora más baratos, claro.

Lo que planteo se puede comprobar al analizar quiénes somos los que pregonamos la urgencia de esta medida: actores, escritores, políticos, periodistas, gente de la socialité (ver vídeo). Pero ¿qué pasa con las bien o mal llamadas ‘personas promedio’? ¿Por qué no están luchando activamente por lo que debería ser un derecho también para ellos?

Para mí, no se hacen partícipes porque este impuesto es un tema discursivo que no se enmarca en sus intereses; en el fondo, su cotidianidad no se verá afectada si un libro cuesta dos, cuatro o diez mil pesos más (o menos), contrariamente a lo que pasaría si esta rebaja se estuviera proponiendo para el pan, el transporte, las bebidas gaseosas o el vestuario.

La discusión debería ampliarse a medidas que trasciendan la forma y se centren en el fondo del problema: y es que en Chile las personas con menos recursos socio-económicos e intelectuales no conciben la lectura como un medio, sino como un fin en sí misma. Por ejemplo, si tienen que leer  lo hacen obligadas o simplemente porque quieren obtener gratificaciones inmediatas.

Entonces, no basta con luchar por bajar los precios. Estoy convencido de que aunque los libros fueran más baratos, ese amplio grupo de la población no se sentiría atraída por la lectura, sino que continuaría buscando fuentes de entretención y evasión en sus televisores o en sus dispositivos móviles (que son tanto o más caros, pero que igual se consumen en tasas elevadas al punto de lo obsceno).

Lo que a veces se nos olvida, creo, es enfatizar el trabajo -en todo grupo etario- de concienciación sobre qué pueden obtener con el acto de leer; inculcarles el amor y la pasión por la lectura como paliativo del miedo, de la desesperanza o el aburrimiento. O sea, entregarles la llave para que expandan su horizonte y no sólo un pase provisorio.

Reorientar las mallas curriculares de los niños, invitándolos a que conozcan la lectura desde una perspectiva más explorativa; potenciar el rol de las bibliotecas, sobre todo si son públicas; una mejor regulación de los contenidos digitales y los que se transmiten en televisión; más días del libro; más personas dispuestas a transformarse en cuenta-cuentos en las poblaciones…: ¡eso es lo que realmente se necesita!

En otras palabras, si abogamos por el acceso ampliado y la igualdad de oportunidades, primero requerimos crear la necesidad en los sectores más vulnerables. Mientras eso no ocurra, éste seguirá siendo sólo un debate entre intelectuales.




photo credit: <a href="http://www.flickr.com/photos/thebbp/93235624/">the bbp</a> via <a href="http://photopin.com">photopin</a> <a href="http://creativecommons.org/licenses/by/2.0/">cc</a>