Hace casi un mes escribí en mi cuenta de Twitter para hacer notar lo irresponsables o francamente ignorantes que son muchos de los peatones que caminan por las veredas de Santiago. Me hago responsable de los adjetivos, consciente de que no se trata de simples prejuicios, sino que de un juicio basado en mi experiencia diaria.
He visto cómo ‘se lanzan’ a la calle cuando vienen
automóviles a alta velocidad y a distancias ridículamente cortas; cómo se inmiscuyen entre los autos que están
detenidos a la espera de que avance el de adelante; cómo, para asegurarse, al
llegar a una calle miran para el lado
contrario y se lanzan aunque los autos estén al acecho.
Pero uno de los peores vicios que compruebo a diario es
que no ‘sueltan’ el teléfono cuando caminan
por la vereda; pero el
problema se agrava cuando siguen teniendo este comportamiento incluso al
esperar que el semáforo cambie.
El hecho de que estén
pendientes de las redes sociales o enviando mensajes de texto mientras cruzan es
grave, pues no atienden ningún estímulo visual
ni auditivo: simplemente, son unos autómatas que pasan con la mirada fija
en sus pantallas, independientemente de que en su entorno haya un peligro inminente.
Con todo, he comprobado que el
denominador común es la falta de
concentración, la irresponsabilidad o la ignorancia, pero no el hecho mismo
de transitar con audífonos. Por eso, creo que modificar la ley para sancionar a quienes transiten escuchando música no sólo es coartadora, sino que además es francamente ridícula.
Estoy convencido de que en el
triste caso de que este proyecto fuera aprobado, el panorama no cambiaría. Porque
para eso hay que hacer modificaciones
más profundas: más inversión en infraestructura vial, sanciones efectivas
para quienes infringen las normas del tránsito que ponen en riesgo la vida de
las personas, y propiciar un cambio cultural, fomentando el
autocuidado más que las sanciones como ésta.
Por eso, mientras pueda evadir el estresante ruido de la ciudad a través de la música, defenderé
el derecho que cada uno tiene a escucharla cuándo y dónde le plazca (sin transgredir a los demás). Otro asunto es el autocuidado, que es una responsabilidad personal que va más allá de
ideas populistas y difíciles de implementar.