martes, 23 de diciembre de 2014

Please, don't stop the music!




Hace casi un mes escribí en mi cuenta de Twitter para hacer notar lo irresponsables o francamente ignorantes que son muchos de los peatones que caminan por las veredas de Santiago. Me hago responsable de los adjetivos, consciente de que no se trata de simples prejuicios, sino que de un juicio basado en mi experiencia diaria.

Tengo el privilegio de poder caminar de mi casa al trabajo. Día a día, durante el trayecto soy testigo de cómo los peatones no respetan ni la más mínima normativa de tránsito ni de sentido común. No es sólo que crucen la calle con luz roja: también cometen actos tan irracionales como cruzar, precisamente, cuando la luz que ha estado verde todo el tiempo cambia a roja.

He visto cómo ‘se lanzan’ a la calle cuando vienen automóviles a alta velocidad y a distancias ridículamente cortas;  cómo se inmiscuyen entre los autos que están detenidos a la espera de que avance el de adelante; cómo, para asegurarse, al llegar a una calle miran para el lado contrario y se lanzan aunque los autos estén al acecho.

Pero uno de los peores vicios que compruebo a diario es que no ‘sueltan’ el teléfono cuando caminan por la vereda; pero el problema se agrava cuando siguen teniendo este comportamiento incluso al esperar que el semáforo cambie.

El hecho de que estén pendientes de las redes sociales o enviando mensajes de texto mientras cruzan es grave, pues no atienden ningún estímulo visual ni auditivo: simplemente, son unos autómatas que pasan con la mirada fija en sus pantallas, independientemente de que en su entorno haya un peligro inminente.



Con todo, he comprobado que el denominador común es la falta de concentración, la irresponsabilidad o la ignorancia, pero no el hecho mismo de transitar con audífonos. Por eso, creo que modificar la ley para sancionar a quienes transiten escuchando música no sólo es coartadora, sino que además es francamente ridícula.



Estoy convencido de que en el triste caso de que este proyecto fuera aprobado, el panorama no cambiaría. Porque para eso hay que hacer modificaciones más profundas: más inversión en infraestructura vial, sanciones efectivas para quienes infringen las normas del tránsito que ponen en riesgo la vida de las personas, y propiciar un cambio cultural, fomentando el autocuidado más que las sanciones como ésta. 

Por eso, mientras pueda evadir el estresante ruido de la ciudad a través de la música, defenderé el derecho que cada uno tiene a escucharla cuándo y dónde le plazca (sin transgredir a los demás). Otro asunto es el autocuidado, que es una responsabilidad personal que va más allá de ideas populistas y difíciles de implementar.