martes, 4 de octubre de 2016

Ignorancia, moralina y egoísmo

El escándalo que ha generado el libro "100 preguntas sobre sexualidad adolescente" me genera una profunda decepción. En pleno siglo XXI, cuando abogamos a voz alzada por los derechos humanos y las libertades individuales, resulta vergonzoso que la iniciativa de la Municipalidad de Santiago se haya instalado como un "tema-país" que desvía el foco de lo realmente importante, convirtiéndose en un show moralista y anacrónico.

En lo personal, defiendo su publicación, porque considero que, en buena medida, viene a cubrir el eterno vacío que muchas familias con hijos/as adolescentes siguen acrecentando al no atreverse a hablar de afectividad, sexo ni sexualidad. Además, pienso que su distribución bien podía enmarcarse en el cumplimiento de la Ley Nº20.418, que fija normas sobre información, orientación y prestaciones en materia de regulación de la fertilidad, cuyo artículo primero versa así:

"Toda persona tiene derecho a recibir educación, información y orientación en materia de regulación de la fertilidad, en forma clara, comprensible, completa y, en su caso, confidencial. 
Dicha educación e información deberán entregarse por cualquier medio, de manera completa y sin sesgo, y abarcar todas las alternativas que cuenten con la debida autorización, y el grado y porcentaje de efectividad de cada una de ellas, para decidir sobre los métodos de regulación de la fertilidad y, especialmente, para prevenir el embarazo adolescente, las infecciones de transmisión sexual, y la violencia sexual y sus consecuencias, incluyendo las secundarias o no buscadas que dichos métodos puedan provocar en la persona que los utiliza y en sus hijos futuros o en actual gestación".
Así como se ha dado, el 'debate' parece más un capricho de los sectores conservadores que un afán por buscar el bienestar del público al que está dirigido el libro. Más lamentable aún es escuchar argumentos que aseguran que "hipersexualiza o genitaliza la sexualidad en la etapa adolescente", que "quiebra a la persona” e incluso que "pervierte su desarrollo".

Para mí, esto no es más que un reflejo de:

1. La ignorancia o la ceguera de quienes cuestionan los contenidos, argumentando que se incita a sus lectores a que "conozcan temas sexuales" antes de tiempo; lo que no quieren reconocer, o lo que derechamente no saben, es que son precisamente los jóvenes quienes necesitan las respuestas a estas 100 preguntas... y a muchas otras.

Durante muchos años tuve la fortuna de trabajar en la ya desaparecida revista Vida Afectiva y Sexual (VAS), que circulaba todos los domingos junto con el diario La Cuarta. Allí entendí que la preocupación-curiosidad-ignorancia juvenil no tiene límites a la hora de hablar de sexualidad. Confirmo que las preguntas que leí, y que tuve que responder gracias a la ayuda de profesionales del Centro de Medicina Reproductiva y Desarrollo Integral del Adolescente (Cemera), eran como éstas:

  • ¿Hay riesgo de embarazo si me trago el semen?
  • ¿Si me pongo una aspirina en la vagina puedo prevenir un embarazo?
  • ¿Si tengo sexo anal pero mi pareja eyacula afuera puedo quedar embarazada?
  • ¿Si hago sexo oral y luego me echo enjuague bucal puedo prevenir enfermedades?
  • ¿Es cierto que usar bluejeans causa impotencia?
  • ¿Un beso con un compañero te hace homosexual?
  • ¿Me van a querer las mujeres si mi pene mide 15 centímetros?
  • ¿Entregarse a una persona es una prueba de amor?
Y así muchas, muchísimas otras. Entonces... ¿Ésta es la perversión de la que tanto hablan?

Una de las miles de portadas
de la revista VAS, que circuló durante
más de 20 años junto al diario La Cuarta
2. El cartuchismo insoportable que sigue existiendo en Chile: cada vez que se mencionan las 'palabras prohibidas' -sexo, vagina, pene... ¡coito! ¡Sexo anal!- 'se encienden las alarmas' de sectores mal llamados moralistas que bien poco valoran la libertad que cada individuo tiene de pensar por sí mismo y tomar sus propias decisiones. Lo peor es que pontifican sobre temas personales, temas íntimos, metiéndose en la cama de otros para juzgarlos con el rigor de sus propias mezquindades, miedos... o represiones.

3. El egoísmo de aquéllos que, con su tenaz oposición a este tipo de información, perpetúan el círculo de la ignorancia, los embarazos adolescentes no deseados, el contagio de Infecciones de Transmisión Sexual o las crisis de identidad sexual. Haría falta que estos 'paladines de las buenas costumbres' dejaran de mirarse el ombligo, y se dieran cuenta de que quizás ellos tienen una excelente comunicación con sus hijos... pero que hay familias en las que eso no sucede; de que quizás ellos cuentan con profesores, sicólogos o médicos que los ayudan... pero que hay jóvenes que nunca han tenido acceso a este tipo de orientación y, por lo tanto, seguirán cometiendo los mismos errores.

Si queremos avanzar como país, es de esperar que esta 'polémica-de-adultos' no ensombrezca el tema de fondo: cómo hacer que nuestros jóvenes tengan un acceso equitativo a información que los haga quererse, cuidarse, ser tolerantes y sanos; que sea una voz seria y de calidad, ¡pero al mismo tiempo realista y práctica! 

Porque, mal que mal, esta generación y las próximas siempre estarán condenadas a tener que pasar por el monstruoso proceso que es crecer y abrir los ojos a un inevitable y cada vez más prematuro interés sexual en una sociedad cada vez más hipersexualizada.



jueves, 2 de junio de 2016

La Constitución (y la sociedad) que anhelo


Acabo de completar la consulta individual disponible en el sitio web de participación ciudadana en el proceso constituyente. Es una dinámica sencilla y rápida que, si bien no democratiza al 100% la opinión de los chilenos, ayuda a 'testear' la opinión de quienes tienen: 1) Acceso a internet. 2) Conciencia cívica. 3) Amor propio, por la familia y la sociedad.

El último paso ofrece la posibilidad de dejar una opinión más personal y extensa. Esto es lo que escribí. Si estás de acuerdo conmigo, o si difieres completamente, no pierdas la oportunidad de ingresar tú también y ser parte de esta proceso.

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Una nueva Constitución política debe nacer de las necesidades reales y prácticas de la ciudadanía.

Debe considerar el devenir de los tiempos, las características de sus hombres y mujeres, y el cómo se ha desarrollado la historia de un país.

Por lo mismo, no debe estar exenta de todos los fenómenos socio-culturales de la actualidad: multiculturalidad, diversidad, empoderamiento social, mayor acceso a la información, mayor conciencia de los derechos fundamentales, etc.

Me gustaría una herramienta política sensata, con un espíritu no sólo basado en la igualdad, la justicia y la democracia, sino que también en algo mucho más pedestre, pero muchas veces olvidado: el sentido común. Una Constitución que no hace eco del sentido común no puede ponerse en práctica cuando, a veces, la interpretación de los derechos y deberes está a cargo de personas con dudoso criterio.

Los chilenos deberíamos tener los mismos derechos, sin importar el género, la posición social, la casta, la orientación sexual, el origen territorial o el patrimonio. Nadie debería estar por sobre otros, especialmente en materia de justicia, salud y educación. El acceso a estas prestaciones, en igualdad de condiciones, debería ser garantizado para todos por igual.

Lo anterior implica que debería existir una nueva regulación sobre las instituciones privadas que han lucrado hasta la obscenidad con estos derechos, imponiendo sistemas abusivos, discriminadores y perpetuadores de un modelo donde sólo parecen ganar sus propios dueños. Hablo de isapres, AFP, bancos, universidades, clínicas. Hay que parar con la impunidad con que siguen repartiéndose el mercado, sin importarles la dignidad humana (aunque digan lo contrario).

Por último, una Constitución en un país laico, acorde con el siglo XXI, no puede ni debe imponer reglas de conducta moral. El libre albedrío es lo más preciado para un ser humano, capaz de tomar sus propias decisiones en función de sus propios conceptos éticos, morales e incluso religiosos. 

Es inaceptable pretender que el Estado imponga reglas de comportamiento que sólo atañen al ámbito personal/privado (sin afectar la libertad y los derechos de los demás seres vivos). Esto implica un cambio de paradigma, para dejar de creer que existen 'ideales' éticamente correctos y que, por lo tanto, todos los demás deben ser sancionados. Ya no están los tiempos para castigar a una mujer que desea abortar libremente o para dos hombres que quieren casarse entre ellos.

Avancemos hacia una nueva sociedad, más responsable de sí misma. Hagamos de la Constitución el marco general de acceso justo, digno y oportuno a los derechos y obligaciones de cada chileno... pero no la utilicemos para tratar de 'controlar' los comportamientos individuales, la conciencia moral propia y la responsabilidad que cada uno tiene respecto de su vida y su propia familia.

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viernes, 19 de febrero de 2016

Sentirse mujer en cuerpo de hombre... hace casi 100 años.

La chica danesa” (Tom Hooper, 2015) es una película de gran simpleza estética, con un relato lineal, sin efectos especiales y con una banda sonora discreta. A pesar de eso (o debido a eso), es paralizante y 'movedora' a la vez, cautivante de principio a fin… tanto o más que las megaproducciones que desbordan actores de moda y fuegos de artificio.
Eddie Redmayne, “la chica danesa”, no sólo actúa con su cuerpo, sino que también con su mirada, palabras y silencios. Sus miedos, alegrías y esperanzas traspasan la pantalla y penetran la fibra más íntima de los testigos del tormento emocional y sicológico de una mujer ‘atrapada’ en un envase masculino.
Me gustó la intensidad y la belleza de esta cinta que muestra una realidad aún incomprendida: las personas transgénero. Es interesante conocer una historia real ocurrida en la Europa a fin de la década del 20 -la historia de Lili Elber- y ver cómo ha evolucionado el contexto de hombres y mujeres que, aunque son distintos y muchas veces sufren, no se cansan de luchar por sus sueños.
Vaya a verla. No sea prejuicioso y aprenda sobre honestidad y cómo el amor verdadero puede traspasar las barreras morales, de la mente y del corazón.

martes, 16 de febrero de 2016

¿Tanto escándalo por 50 (miserables) UF?


El fallecimiento de un ser querido no solamente conlleva un dolor en el alma, sino que también tiene una arista práctica que muchos familiares o amigos eluden. No es mi caso: yo me he hecho responsable de gran parte de los trámites que, aunque dolorosos, son necesarios para cumplir con la ley y 'cerrar el círculo' tras la partida de mi tía María Lidia. Sólo así podré dar paso a un duelo tranquilo y definitivo.

Una de estas obligaciones, que demanda coraje y sangre fría, es reclamar sus seguros de vida. Yo no soy el heredero legal, pero asumí la responsabilidad de contactarme con las instituciones para declarar "el siniestro", como se llama técnicamente, y requerir información sobre cómo proceder. Es una tarea dolorosa, pero justa y necesaria.

Entre todas, aplaudo la gestión de la Mutual de Seguros de Chile: con ellos no hubo inconvenientes, pues fueron diligentes al entregarme todo tipo de información completa y actualizada con el fin de orientarme. Además, los procedimientos se ajustaron a los tiempos y, a la fecha, ya se hizo efectivo el pago a los herederos legales: mi padre y mi tío.

El problema se ha suscitado con dos empresas que, olímpicamente, se han desligado de responsabilidades, no han entregado información certera y que, en resumen, han puesto todos los obstáculos para hacer efectivo el seguro. Se trata de Ripley Seguros (la cara visible) y Seguros BNP Paribas Cardif (la aseguradora).

Llevo meses tratando de gestionar la denuncia del siniestro y me he encontrado con un problema tras otro: "que falta un documento", "que el formulario...", "que no está la copia del contrato...", "que han pasado muchos años...", etc. Ha sido tedioso e indignante sentirse mendigando un poco de atención para hacer efectivo un producto, un servicio, un derecho por el cual mi tía estuvo pagando durante más de 10 años.

Cada día, Seguros Ripley y BNP Paribas Cardif exigen más 'medios para comprobar' la contratación del seguro, sus características y sus beneficiarios. Así, en todo este tiempo se han encargado de dilatar un proceso que, se supone, debería ser expedito. En buen chileno, se están cagando por una suma irrisoria de dinero (50 UF) que no vale la vida de nadie.

Debido a las trabas constantes y a la nula preocupación de estas empresas, pensé en desertar. Pero hoy, con más ahínco que nunca, no voy a claudicar en exigir lo que corresponde; no dejaré que la aseguradora se quede ni con un peso de una plata que les es ajena. No es (ni nunca ha sido) una lucha económica, sino que una lucha por la dignidad de las personas.