lunes, 4 de septiembre de 2017

Somos ignorantes y egoístas

Si tuviera que definir a los chilenos con sólo dos adjetivos diría que somos ignorantes y egoístas.

En general, somos ignorantes como sinónimo de falta de conocimiento. Al chileno no le interesa leer; no le interesa escuchar música bella; no le interesa saber más de política para votar informado; no le interesa hablar o escribir bien; no le interesa dar opiniones argumentadas; no le interesa ir a los museos; no le interesa invertir en alimento espiritual (y con esto no me refiero a la iglesia, sino que a lo que llena el alma: la belleza, el arte).

Lo que le interesa es el crecimiento económico, es tener un buen trabajo, es ganar más, es comprarse la mejor tele; es tener Netflix, CDF, internet, el mejor celular, ropa de marca. Lo que le interesa es la satisfacción instantánea mediante estímulos tan básicos como tener más amigos en Facebook o más likes en las publicaciones de Instagram. O sea, lo efímero, lo que no estimula el intelecto ni el corazón.

Diariamente, veo que en el transporte público las personas van mirando su celular. Todas. Sin excepción. Cuando me acerco para observar qué hacen, básicamente descubro que: 1) están en Facebook y 2) Están jugando Candy Crush (o cualquiera de sus símiles). Espacio en el Metro hay. La tecnología está. ¿Por qué nadie usa esas características para otros fines? ¿Por qué nadie se interesa por un estímulo verdadero?

Sin ir más lejos... ¿por qué nadie lee un libro, por ejemplo? Porque un buen libro, con una buena historia, es una de las mejores maneras de aprender, de elevar el espíritu a un nivel superior de imaginación y conocimiento. Y no digan que son muy caros, que el IVA, etc. Es cierto: son caros, pero hay muchas otras cosas aun más caras y la gente accede igual a ellas. Es decir, no es un tema de precio, sino de prioridad: a los chilenos no les interesa leer. Así de claro.

Otra manera pragmática de comprobar esta hipótesis es leer lo que los chilenos comentan en redes sociales. Es sorprendente. Es abominable. En su mayoría, son opiniones infundadas, ignorantes, llenas de juicios y prejuicios, llenas de incongruencias y, lo que es peor, insultos. Es vergonzoso que haya tanta gente que, libremente, se tome el tiempo para escribir eso. Es una pena que la ignorancia y la falta de criterio inunden y ensucien este espacio democrático digital.

Por pura ignorancia: por eso es que después tenemos que aguantar que muchos crean cuanta burrada aparece en las redes sociales, legitimando opiniones de sacerdotes místicos, videntes, pitonisas de pacotilla, contadores de cuentos, reveladores de conspiraciones -les hablo a ustedes, Salfate y Dr. File-, sismólogos de circo, detectores de catástrofes, vendedores de humo, falsos profetas, políglotas, saltimbanquis, malabaristas y cualquier bufón por el estilo.

¿País solidario?

Muy por el contrario de lo que nos han hecho creer con campañas como Teletón, Chile ayuda a Chile y todas ésas... yo creo que los chilenos no somos solidarios. Claro, si hay un trasfondo mediático y casi institucional, resulta lógico que haya ganas de colaborar con dinero. Pero ¿aportar plata es ser solidario? Yo creo que es ser subsidiario, nada más.

En lo cotidiano, vemos que cada quien vela por su propio metro cuadrado. En el Metro, en la micro, vemos que mientras haya goce y satisfacción personal, no importa si el otro está cómodo o no. Si yo voy bien, si yo me tengo que bajar en la próxima parada, no me importa si hay alguien que quiere subir. No me corro. Yo voy bien acá.

El egoísmo se ve en todos lados, en todas sus formas, incluso las más sutiles: el tipo que adelanta en su auto; el tipo que se salta la fila; el tipo que escucha música sin audífonos; el tipo que mira su celular en el cine; el tipo que maneja borracho; el que discrimina a los inmigrantes; el que se opone a los derechos de las diversidades; el que no quiere donar sus órganos; el que no compra un boleto en la rifa de Bomberos; el que bota la basura al suelo; el que fuma en lugares públicos; el que tose y no se tapa la boca; el que se para en el lado izquierdo de la escalera mecánica...

Nos falta mucha solidaridad y nobleza. Y eso es transversal, porque no sólo se aprecia en la calle, sino que también en las empresas (quiénes más egoístas), en la televisión, en el Congreso, en la política en general. Vemos cómo todas estas personas, antes que el mentado y prostituido bien común anteponen sus valores, su visión, sus intereses... algunos de manera más evidente que otros.

Somos un país de gente que tiene prioridades y valores muy trastocados. Gente que valora el tener en vez de ser. Gente que se preocupa sólo por el bienestar propio, pero que no tiene conciencia de un otro compartiendo los mismos espacios. Gente mal educada, amargada, poco amable. Gente que no es capaz de transmitir buena energía; que no es capaz de saludar, de ofrecer disculpa en la calle, de pedir por favor, de dar las gracias; gente que va al mall en vez de al parque... Viéndolo así, podría agregar un tercer adjetivo: gente insensible.