martes, 27 de marzo de 2018

"No se mueren los embriones abortados: se mueren las mujeres"

Iba a escribir un post largo para expresar mi opinión sobre la legalización del aborto. Mientras pensaba cómo estructurar un relato claro y potente en términos argumentativos, me encontré con este video. Y dejé de pensar. Esta mujer argentina -desconozco si es una figura pública o anónima- encontró las palabras precisas y hoy me hago eco de ellas:

Estoy agradecida por haber abortado a los 18 años, señor. ¡Qué agradecida por no tener un hijo de 22!

("Es una pena", dice quien la confronta).

Es una pena para usted, que decide sobre mi cuerpo, me juzga, dice que abortar es malo, cuando es un hombre; no tiene ni idea lo que es tener un ovario; que no tiene ni idea de lo que es parir un hijo. Usted, que no parió, ¿me dice a mí que yo hice algo malo y que sufro consecuencias gravísimas por abortar? 

De tres abortos se muere una mujer pobre, en condiciones infrahumanas. Tiene que ir a abortar porque decide no tener un hijo y se tiene que confrontar con parte de la sociedad que piensa como usted... (que) ¿no dice que los gobernadores tienen que legislar para todas igual y para todos igual, que nos defienda y nos dé un aborto seguro y legal gratuito, para que no nos caguemos muriendo? Y defiende un concepto de que la vida empieza no sé dónde, porque la que transmite la vida y la que va a dar a luz una vida soy yo misma. ¿Y después tengo la responsabilidad vitalicia de querer a ese hijo para toda la vida, pese a que usted exista o no exista como masculino dentro de esa composición familiar?

("La ciencia dice dónde empieza la vida", argumenta el hombre).

No, señor. Es anacrónico su discurso. Vetusto. Y no me venga acá a implementar la iglesia, porque saque sus rosarios sobre mis ovarios, porque gracias a eso, gracias a eso, el mundo está como está. Por gente que piensa como usted, las mujeres se están muriendo. No se mueren los embriones abortados: se mueren las mujeres. ¿Y sabe qué mujeres? Las invisibilizadas. Las que usted no ve. Las que yo le voy a ir a dar a la villa clases de alfabetización y talleres de teatro. Esas mujeres que usted no ve, de Once. Nenas de once años que quedan embarazadas, mujeres de 15 que quedan embarazadas y que no quieren tener esos hijos... 

No hay ningún Estado. Hay un Estado ausente que no gobierna para ellas. Se mueren. ¿Es lindo, eh, ser madre a los 11 años? Porque "no abortes, tienes once años, estás haciendo algo malo...". ¿Pero usted qué está pensando? ¡Tiene que ser una cuestión da salud pública. Es una deuda de la democracia. ¡Es un derecho humano! Por eso las sociedades civilizadas tienen el derecho al aborto. Es una deuda de la democracia. Videla, Echecolatz y Massera desaparecían gente, se apropiaban de bebés... en nombre de la iglesia también.

Acá va parte del video:

martes, 6 de marzo de 2018

Una mujer. (Y punto).

La noche del 4 de febrero de 2018 quedará grabada en nuestra historia. Pero no sólo por el hecho de que Una mujer fantástica hubiere ganado el Oscar como mejor película de habla no inglesa, sino porque los ojos del mundo se posaron en Chile y desvelaron, a la fuerza, una de nuestras grandes vergüenzas contemporáneas: el desamparo la injusticia y los malos tratos de los que son sometidas las personas transgénero.

Porque mientras muchos estábamos celebrando, a otros el premio les dio bríos para rezumar resentimiento e ignorancia; quienes, amparados tras una pantalla, desataron su odiosidad y su más profundo desprecio por el género humano a través de nefastos comentarios discriminatorios que, lamentablemente, suelen representar a un sector bien identificado de la sociedad: conservadores, religiosos y fanáticos varios.

En otras palabras, personas que han estado siempre en una posición de privilegio respecto de las minorías y que, por lo tanto, son incapaces de ser empáticas. Y no conformes con tener sus derechos asegurados por defecto, tienen el descaro y el egoísmo de no dejar que otros -los invisibilizados, los oprimidos- accedan a lo que les ha sido negado y que en nada les afecta a ellos. Es sólo una lucha de ego, lucha de poder.

Daniela, siempre digna

Pero lo más hermoso de todo es que Daniela Vega no se rebaja a contestar los insultos; ella, la actriz transgénero de la que todos hablan, no desgasta ni un ápice de su manifiesta inteligencia en discutir con aquéllos que la critican, la discriminan y abusan de su poder hegemónico. 

Su estrategia, en cambio, es mucho más sofisticada: digna de una mente y un corazón que trascienden la condición humana y vuelan más cerca del espíritu que de la carne. Ella, la mujer fantástica, utiliza su hasta ahora inigualable exposición mediática internacional para dar un mensaje contundente, sin necesidad de ofensas ni proselitismo barato

Y ese mensaje es claro: dignidad para la comunidad transgénero; dignidad para el ser humano sin importar su género, su raza o su credo. 

Pausada y divertida, pero firme en sus convicciones, ella se da maña para transmitir un legítimo reclamo de igualdad de derecho, por el simple hecho de ser ciudadana de Chile; por el simple hecho de ser una mujer. Con paciencia e inteligencia, se toma el tiempo para explicar que "La condición trans no es algo indumentaria; no es algo cosmético, no tiene que ver con la ropa: tiene que ver con cómo uno ve el mundo y desde dónde lo ve". Y eso se agradece, Daniela.

El Oscar: la excusa perfecta

La obtención de la estatuilla dorada no es más que la excusa para que de una vez por todas hablemos en serio de estos temas en Chile. Da lo mismo si la película nos gustó no no; da igual de si la interpretación es magistral o queda al debe. Lo que realmente importa es que el filme muestra un tema que hasta ahora permanecía en las tinieblas.

Una cosa lamentable es que esas tinieblas no sólo están alimentadas por personas ordinarias que hacen sus descargos en redes sociales, sino también por los sectores conservadores y poderosos de nuestro país; por esa clase política que insiste en hacernos creer que son una fuente de rectitud y autoridad moral. Por todos aquéllos que pretenden decirnos cómo vivir nuestras vidas, cómo sentir… y hasta qué ser.

¡Pero ya basta de dejarnos avasallar por mentes y corazones egoístas que pretenden hacer infelices a los demás con sus discursos medievales! Es tiempo de hablar sobre identidad de género; pero, más importante aún, es tiempo de legislarEs hora de que hombres y mujeres trans sean reconocidos/as como tal y sean tratados/as con la dignidad y el respeto que se merece cualquiera ser humano de bien.

Por todo eso, me alegra que el reconocimiento mundial -sí, mundial- de Una mujer fantástica haya puesto el dedo en la llaga en este lejano país al sur del continente. Está bien que las autoridades se sientan interpeladas. Está bien que Chile avance hacia una sociedad más justa y moderna, hacia una sociedad más noble y bella. Está bien que hoy por hoy Daniela sea la estrella más brillante del pequeño firmamento chileno. Se lo merece.

Se lo merece no sólo porque su ejemplo nos inspira, a hombres y mujeres, sino también porque quizás sin habérselo propuesto (o quizás con) está iluminando almas y salvando vidas. Y, de paso, también está llamándonos a la autorreflexión como personas y como sociedad con palabras tan lindas como éstas:
"Yo invitaría a la gente a ampliar los límites del pensamiento. El ser humano es tan increíblemente poderoso que es capaz de vivir en Alaska y en República Dominicana. Es capaz de crear submarinos y cruzar el Atlántico bajo el agua. ¿Cómo no vamos a ser capaces de convivir los unos con los otros?".