jueves, 12 de octubre de 2017

Menos ideología, más lucidez

Enciendo el televisor. Veo que que un candidato presidencial de la ultraderecha llama a que “la ideología comunista no destruya los valores cristianos...” y otro, en la trinchera opuesta, que declara que pertenece a un partido que es “un instrumento de izquierda popular y patriótica”.


Viví los últimos años de la Guerra Fría en total ignorancia. Sin embargo, me hice cargo de mi responsabilidad cívica y aprendí, a grandes rasgos, de qué se trató: básicamente, el enfrentamiento irreconciliable de dos bloques; dos formas opuestas ver la vida y de entender cómo funciona el mundo.


Hoy, casi 30 años nos separan de la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética. En el intertanto, Sudáfrica eligió a Mandela; volvió la democracia en Chile; clonaron una oveja; estalló una guerra en el Golfo; un Papa dimitió en el Vaticano; una mujer y un afroamericano fueron presidentes de Chile y Estados Unidos, respectivamente. Y así.


La última década del siglo XX avanzó con ritmo vertiginoso y la gente cambió. ¡El mundo cambió! Y nosotros, ad portas de una elección presidencial, aún seguimos enfrascados en la eterna dicotomía que tanto mal le ha hecho al mundo en su historia moderna, cual si para validarse hubiese que optar por uno u otro bloque, sin matices intermedios.
Estamos acostumbrados a tener que elegir entre posiciones opuestas; entre políticos que aún viven de miedos o añoranzas pasadas y que, muchas veces, sacrifican el sentido y el bien común, con tal de seguir fieles a los preceptos de sus partidos. Lástima que es una mirada añeja, sesgada, egoísta y anacrónica. ¡Es tiempo de cambiar!

¡Nicanor al rescate!
En este escenario político triste y añejo, que se mantiene vivo a costa de delirios y añoranzas, apareció en mi vida el poeta centenario: Nicanor Parra, en una entrevista concedida a la televisión española en plena dictadura chilena, por allá por 1987.


En ella dejó bien en claro que la confrontación de estas dos ideas antagónicas estaba devastando al mundo y que, en consecuencia, no daba abasto para solucionar los verdaderos problemas de la sociedad y sus hombres. Impresiona no sólo su lucidez, sino la mirada vanguardista y profundamente humana en cada una de sus palabras.

“Los pueblos pueden ser salvados por la poesía e-comprometida. O sea, la poesía comprometida con la supervivencia, con un no al enfrentamiento: la poesía comprometida con la noción de autorregulación del espíritu y de la sociedad, porque hemos visto que el choque de las ideologías tradicionales ha llevado al planeta a la situación desastrosa en que se encuentra: al borde del colapso”, aseguró hace 30 años.


¿Qué ideologías tradicionales? Parra responde: “Me estoy refiriendo al liberalismo o, para usar una palabra más fuerte, al capitalismo, y también al socialismo real, tal como lo conocemos (que) en el fondo lo que están haciendo (...) es reducir el planeta a la forma de artefactos. Le están dando forma de automóviles, refrigeradores, teléfonos, etcétera (...). Es decir, estamos transformando el planeta en chatarra”.
Amor infinito a Nicanor, un genio como pocos. Ya hace 30 años planteaba que la única forma de salvar el caos en el que está sumida la humanidad es terminar, de una vez por todas, con la confrontación de las cosmovisiones tradicionales (marxismo versus capitalismo). Además sugiere que nada sacamos si no incorporamos al entorno natural. ¡Un visionario!
Hombre, sociedad ¡y naturaleza!


Nicanor, genio transgeneracional, fue más allá con un planteamiento vanguardista: explicó que las sociedades deben enfrentar a una problemática triple, que incluye al individuo, a la sociedad… y a la naturaleza, en lo que él llamó ecología social.


“Parece que el problema básico de la cosmovisión tradicional consistiría en que no se ha entendido bien la relación del hombre con la naturaleza, por una parte, y por otra, la relación de los hombres entre sí (...). Las cosmovisiones tradicionales, tanto el liberalismo, como el socialismo, como el marxismo, resultan insuficientes para comprender la nueva situación en la que nos encontramos”, dijo a la periodista española


Ella queda descolocada. Ella, desde la infinita distancia geográfica e intelectual, no comprende fácilmente lo que Parra explica con tanta sencillez, y lo azuza para que dé definiciones basadas en la polarización política, en la dicotomía clásica, en el bien versus el mal.


Pero el ecopoeta insiste: “La relación de amo-esclavo es la que rige la totalidad de las relaciones sociales y las relaciones del hombre con la naturaleza. Habría que partir, entonces, de otro punto, en otros términos: no de Marx, sino más bien de Kropotkin, quien aparentemente entendió mejor la relación del hombre con la naturaleza y entendió mejor la relación de los hombres entre sí”.

Y por si alguien siguiera sin entenderlo, planteó una frase simple pero decidora; una frase que extraño en los políticos de primera o de cuarta categoría; una frase que deberíamos exigir a quienes aspiren a gobernarnos en los tiempos modernos, de respeto, de inclusión: “Lo único que se pide es un grado mayor de racionalidad, un grado mayor de lucidez”. Genio.


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